La época Taisho había sido un periodo de exaltación del individualismo, pero en paralelo había corrientes nacionalistas peligrosas, porque implicaban a ultranacionalistas y a moderados. Ian Buruma explica este nacionalismo de la siguiente manera:
“Cuando los gobiernos mandan sin representación popular o siquiera un consentimiento, una forma de rebelión consiste en ser más nacionalista que los gobernantes. Si los gobernantes son los traidores a la nación, deben ser derrocados. Es una norma que se ha repetido una y otra vez en Asia oriental, y no es muy propicia para la democracia liberal”.
También Europa estaba en crisis en el período de entreguerras, y una nueva forma de nacionalismo con bases socialistas estaba ascendiendo en Alemania e Italia con el nazismo y el fascismo. Las democracias liberales y las monarquías constitucionales se tambaleaban. En muchos países ya no se respetaba las reglas del juego democrático, pero tampoco el poder tradicional de los reyes, emperadores o zares. Si la legitimación del uso de la fuerza como instrumento de la lucha política, permite hablar de fascismo, así se podría calificar mucho de lo que sucedió en Japón, aunque no se encontrase allí un caudillo como Mussolini o Hitler.

Los partidos políticos controlaban el gobierno en los años veinte. En los treinta esta situación da un vuelco y los militares irrumpen en el escenario político, aprovechando la corrupción de los políticos y sus conexiones con los zaibatsu como justificación.
Las bases del nacionalismo japonés fueron las ideas del filósofo Nishida Kitaro. Sus teorías sirvieron para la publicación de Kokutai no Hongi (Fundamentos de la esencia nacional) en 1937, que supeditaban el individuo a la colectividad y sobre todo a la figura del emperador y la superioridad de la raza japonesa. Otros dos hombres jugaron un papel fundamental en la creación del nacionalismo japonés. Se trata de Kita Ikki y del poeta Takamura Kotaro.
El primero, tenía ideas revolucionarias de acción violenta y organizó el fallido golpe de estado de febrero de 1936. Por su parte Kotaro que había vivido en París e incluso se había olvidado de su propia nacionalidad japonesa se convirtió paulatinamente en un antioccidental radical, que celebraba en sus poemas el militarismo japonés.
La propaganda jugó un papel fundamental para instaurar las bases del nacionalismo japonés, tanto en la educación, rígidamente nacionalista, como en la difusión de las ideas o en el control a través de la censura y de los métodos policiales. La democracia liberal, el voto, el individualismo no pertenecía a “lo japonés”. Besley nos recuerda lo que se decía a los alumnos:
“La persona no es esencialmente un ser humano aislado del Estado, sino que tiene su destino asignado como parte formante del Estado”. Concebir esto de otro modo, como hacían algunos pensadores políticos de Occidente, equivalía a “promover la creación de una lucha entre individuos y entre clases».
En 1938, el primer ministro Konoye proclama el “Nuevo Orden” de Asia Oriental, desarrollándose la idea de una esfera de coprosperidad asiática oriental, que situaba a Japón en el centro. Así se expresaba en un artículo aparecido en el diario Yomimuri en 1941:
“[…] The races of East Asia are going to establish a united cultural sphere, like the ones the Europeans have created since the medieval age. As the first step […] the influences of the occidental peoples in East Asia must be driven away”.
Japón pronto comenzó a dar los pasos para lograr este nuevo orden internacional, con la invasión de Manchuria, que convirtió en el estado títere de Manchukuo, y que culminó en el pacto tripartito con Italia y Alemania, que reconocía a Japón como líder del nuevo orden asiático en 1940. Un año después, firmó un pacto de no agresión con la URSS, lo que implicaba que la expansión de Japón tenía que ser hacia el sur, es decir, hacia las colonias francesas, inglesas y holandesas. En 1941, el general Hideki Tojo, ultranacionalista y expansionista, decidió entrar en la Segunda Guerra Mundial. En 1941 atacó Pearl Harbor. Un año después se produce la espectacular expansión de Japón por el Pacífico y el continente asiático: China, Filipinas, Indochina, Hong Kong, Malaya, Singapur, Birmania e Indochina.