Japón en los años treinta se enfrentaba a graves problemas demográficos, de necesidad de materias primas y de nuevos mercados. Estaba en crisis, al igual que lo estaban Estados Unidos, Alemania, Italia, España. La justificación de la violencia era constante por aquellos años. Aunque hubo voces disonantes como la de Saoji, que hasta su muerte siempre aconsejó la democracia liberal
Con todo, la sociedad estaba corrompida, quería solucionar el paro, la crisis y el hambre. Basta leer el poema recogido en el periódico Yomimuri para comprobar el clima de locura colectiva.
We are standing for justice and life
While they are standing for profits
We are defending justice
While they are attacking for profits
They raise their heads in arrogance,
while we are constructing the great East Asia Family
Poema que recuerda al escalofriante Canto del odio (Hassgesang) de Ernst Lissauer, que mostraba una repulsa semejante hacia Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial:
No tenemos todos más que un odio
No tenemos todos más que un enemigo: Inglaterra.
Toma a sueldo a todos los pueblos de la tierra.
Construye fortificaciones con lingotes de oro
Cubre con naves y naves la superficie de los mares (…)
Golpe por golpe y bota por bota (…)
A ti te odiaremos con un odio largo y profundo (…)
Odio asesino de setenta millones de hombres.