Los años sesenta y setenta del siglo pasado fueron décadas de cambio, pero estos cambios fueron muy diferentes dependiendo de en qué parte del mundo te encontraras. Si estabas en Nueva York y tenías veinte años, probablemente seguías bajo los efectos del verano del amor y del Peace and Love de Woodstock. Si, en cambio, habías nacido en Madrid, tal vez estarías corriendo delante de los grises al grito de “Amnistía, libertad” y te reunirías de forma clandestina para discutir de política con fervor hasta el amanecer o, si eras del otro signo, captarías temeroso la atmósfera de cambio y sufrirías por la relajación de las costumbres. En Seúl, lo más probable es que pasaras las horas muertas en los dabang (다방), nombre con el que se conoce las cafeterías y salones de té en Corea. Los dabang se abrieron en el último periodo de la dinastía Joseon, normalmente asociados a los primeros hoteles de estilo occidental; se pusieron de moda en los 60, sobre todo en la capital, y se caracterizaban por una palpitante atmósfera intelectual, semejante a los cafés literarios en España.
El escritor Yun Heung-gil utiliza un dabang, el café Sanjo, como escenario principal del cuento Crimen colectivo. Pero ahora ya estamos en los años 70, que también son muy parecidos a algo que hemos conocido en España: desarrollismo sin democracia. Por ello, el escritor utiliza este espacio no como un lugar de debate político y literario sino más bien como un lugar triste donde se propagan toda suerte de calumnias y chismorreos.
Yun Heung-gil es un escritor de la Generación del Hangul, llamados así por ser los primeros en aprender y escribir en coreano, idioma que fue prohibido por los japoneses durante la invasión. El hangul es un silabario que representa sonidos, y en ningún caso representa ideas. Por eso, a pesar de las apariencias, cuando vemos signos en hangul no estamos ante ideogramas. Dabang, en hangul, se escribe 다방 y se pronuncia más o menos, “tapang”.