Chu [El árbol del cielo]

La filosofía se vale de la metáfora para explicar conceptos complejos y, en muchas ocasiones, paradójicos. Desde la antigüedad, y supongo que en casi todas las civilizaciones, la maquinaria de la filosofía ha creado una galería de seres y objetos filosóficos fascinantes. La tortuga que ganaba a Aquiles, con la que Zenón quiso explicar la paradoja de la inexistencia del movimiento; o el asno de Buridán que explica la dificultad de la toma de decisiones. En este jardín filosófico, también nos encontramos con objetos raros, que bien podrían ser parte de nuestros sueños, como la Alfombra de Sierpinski, que es infinita, al igual que la banda de Moebius, por donde caminan y caminarán eternamente las hormigas de Escher.

En China los filósofos también se valieron de objetos y animales para explicar su modo de entender el mundo. El caballo blanco de Gongsun Long que, siento deciros, “no es un caballo”; el bambú, con el que se explica la existencia de lo fuerte y flexible, en definitiva de la capacidad de adaptarte, algo de lo que se ha escrito mucho en la filosofía china. Precisamente de esta adaptabilidad habla también Bruce Lee en su famoso Be water my friend:

Uno de estos seres filosóficos chinos es el árbol de ailanto (樗), al que recurre Zhuangzi para hablarnos de la utilidad de lo inútil. Este árbol, que es alto y frondoso, tiene la característica de que su madera no sirve para la construcción y, por lo tanto, sobrevive en el bosque sin que nadie le preste atención. Es un árbol inútil, que no sirve para nada, peroZhuangzi dice:

Este árbol, del que lamentas su inutilidad,
¿por qué no lo plantas en las extensas
llanuras de la nada?
Paséate bajo él y duerme bajo su sombra.
Nunca conocerá los golpes del hacha
ni sufrirá daño alguno.
Su estado es lo inútil.
¿Qué podría entonces perturbarlo?

Sin embargo, con el tiempo, este árbol, el ailanto, que era conocido como “el árbol del cielo”, ha adquirido mala fama y sus días puede que estén contados. Los norteamericanos lo importaron de China para dar sombra a sus calles y, a veces, sobre todo en el barrio de Brooklyn, el árbol ha superado su cerco, creciendo en las grietas de las aceras o de las paredes, por lo que ahora es conocido como “el árbol que crece en Brooklyn” y muchos lo consideran una especie invasora, aunque a mi me parece de una hermosura apocalíptica encontrarme con un trozo de verde saliendo de la tumba del asfalto.

Parece que la propia historia del ailanto contradice la paradoja de Zhuangzi, sino fuera porque también la refuerza de algún modo, el ailanto dejó de ser inútil para dar sombra a los neoyorkinos. Y esa utilidad puede ser su perdición.

2 Comentarios

  1. Muy buen post. A propósito del ailanto, la editorial Bellaterra acaba de publicar una colección de ensayos sobre Zhuangzi (ahora no recuerdo el título) y, entre ellos, había uno dedicado a la interpretación de ese pasaje a cargo de Albert Galvany.
    Enhorabuena por el blog!

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