En el terreno cultural, los felices años veinte también llegaron a Japón. Durante esta época se vivió un periodo de libertad. Ian Buruma lo describe así:
“El Tokio de la era Taisho estaba marcado por un hedonismo veleidoso, a veces nihilista, que recuerda el Berlín de Weimar. Una cultura que más tarde sería etiquetada con tres palabras: ero, por erótico, guro, por grotesco, y nansensu, por sinsentido”.
Esa modernidad se reflejaba en la imagen de la mujer. Las chicas modernas se vestían como las occidentales y se sentían liberadas, aunque el modelo de buena esposa y madre sabía, el más tradicional, todavía existía en la sociedad japonesa.
Durante la Primera Guerra Mundial, la economía japonesa iba viento en popa. Pero a su término se produjo una recesión entre 1920-1922, que provocó graves disturbios. Japón perdía los mercados ganados durante la guerra europea y tenía una organización industrial deficitaria. Al final de la década también se vio afectado por la crisis mundial que provocó el crak de 1929.
Japón estaba viviendo una época políticamente inestable, culturalmente rica, con vaivenes económicos. Aires de cierta libertad, modas occidentales e ideas progresistas, que fueron apagándose según entraba en los años treinta.