Hace unos días, un buen amigo me contó que su hija de nueve años estaba estudiando chino. Él, que es de la generación del francés, estaba sorprendido de cómo ha evolucionado la educación en España. En este sentido, quizá no sea exagerado recordar a Darwin, al menos a la interpretación popular del darwinismo: el chino resurge como la especie superior al compás de los buenos augurios económicos de China, mientras que el francés va perdiendo seguidores en la maltrecha Europa. Los pronósticos económicos, sean ciertos o no, terminan convirtiéndose a menudo en profecías autocumplidas. La economía mundial tal vez sea un puro efecto mágico, mezcla de una pizca de realidad con una pizca de ilusión; una vez creada la sugestión, el espectador hace el resto y termina el truco en su cabeza sin ser consciente del proceso. Arthur C. Clarke dijo aquello de que cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia, y quizá ahora mismo se podría quizá decir lo mismo de la economía. Por otra parte, este efecto mágico se apoya en el miedo y en la esperanza: si se descubriera una materia prima primordial en Transnistria, tal vez los niños españoles pasarían los veranos en Rîbniţa aprendiendo moldavo (o ruso, porque este estado no reconocido todavía no sabe si es moldavo o ruso, o ninguna de las dos cosas).
Sea como sea, los niños españoles están estudiando chino. Y creo que no es mala idea. Tengo la teoría de que estudiar chino forja el carácter, no porque sea un idioma imposible de aprender, sino porque es un idioma posible, pero que necesita un ingrediente: perseverancia. Ese es el secreto del chino. Y quizá también es en parte el secreto de los chinos. En realidad, quizá sea el secreto de cualquier materia que queramos dominar: a Truman Capote no le importaba confesar que pasaba ocho horas diarias escribiendo porque quería dominar el arte de escribir.
Sin embargo, hay que decir que estudiar chino es para siempre. Eso sí, en el momento que el idioma y la cultura china te seducen, la pasión se unirá al esfuerzo inicial y, a partir de entonces, serás invencible (al menos en el aprendizaje del chino).