Uno de los temas que aparece en La mujer de la arena es la identidad. En realidad es un tema recurrente del autor, aparece en otras novelas como El rostro ajeno, donde se relata la vida de un hombre desfigurado, e incluso de una forma mucho más evidente en El hombre caja, donde lleva al paroxismo la idea de identidad con el relato de un hombre que los demás piensan que es una caja. Llevado al extremo, Abe parece plantear en sus argumentos un trasunto de la identidad en un sentido idealista: “ser es ser percibido”.
Pero volvamos a nuestro personaje, Niki Jumpei. Curiosamente no sabemos su nombre hasta la página 75, ya en la segunda parte del libro; de nuevo, la idea de la falta de identidad. Abe Kôbô lleva al extremo esta sensación de ausencia de identidad, ya que no conocemos ningún nombre de los personajes que van apareciendo. La forma en la que el narrador alude a cada uno de ellos es imprecisa: “La mujer de arena”, “la otra mujer”, “los hombres de la aldea”, “El hombre”; quizá el que tiene más rasgos identificativos es un colega de Jumpei al que llaman “Círculo de Moebius”. Abe Kôbô genera una atmósfera impersonal, pero como comenta Daniel Tubau en Nada es lo que es poner un nombre a alguien a menudo lo que hace es reducirlo, darle una supuesta identidad pero ocultar su complejidad real, su verdadera y necesariamente múltiple identidad. Por qué no pensar que Abe Kôbô lo utiliza de esta manera (continuará).