En la anterior entrada, hablé de cómo los historiadores chinos justificaban los cambios de dinastía recurriendo al concepto de “Mandato del cielo” (Tianming). Los emperadores que gozaban de él, gobernaban en paz; pero si sus sucesores lo perdían, la dinastía podía ser sustituida por otra. El problema surge cuando nos encontramos con dinastías en las que existe sólo un emperador.
Afortunadamente para los historiadores, hay pocos casos de dinastías con un único emperador. Una de ellas es la de Wu Zetian, la única mujer que proclamó su propia dinastía, la Zhou. El otro ejemplo es ni más ni menos que el primer emperador de China, Qin Shihuang, que aunque tuvo sucesores, debido a un cúmulo de traiciones y suicidios forzados, no duraron ni tres años. Liu Bang, hasta entonces un funcionario, se proclamó primer emperador de la dinastía Han en el año 202 antes de nuestra era.
Resultaba complicado acomodar a Qin Shihuang al modelo historiográfico del “Mandato del cielo” porque los Han no podían afirmar que el primer emperador tenía el “Mandato del cielo” y que en cambio sus herederos lo habían perdido, ya que estos ni siquiera habían tenido tiempo para equivocarse demasiado. En primer lugar porque Qin Shihuang era un emperador detestado por los Han, lo que hacía difícil aceptar que hubiese tenido alguna vez el “Mandato del cielo”. Por otra parte, si consideraban a Qin Shihuang un usurpador, entonces no podían justificar la existencia de la China unificada que habían heredado de él.
Los historiadores Han decidieron retroceder a los años anteriores a la unificación de China por Qin Shihuang para explicar por qué un emperador cruel y sanguinario, que nunca tuvo el “Mandato del cielo”, sin embargo, unificó China. Para ello recurrieron a una anécdota histórica, conocida y escrita, la historia del intento de asesinato del rey Qin (el futuro emperador de C hina). Es una historia que el lector conocerá si ha visto la película Hero de Zhang Yimou. La película se basa en el texto “El atentado contra el rey Zheng de Qin” recogido en el clásico Zhanguo Ce (Estrategias de los Reinos Combatientes).
En estos textos, no se habla de las virtudes del emperador, sino de las flaquezas y deficiencias del asesino Jing Ke y el resto de conspiradores. Estas personas, aunque bien intencionadas, no cumplieron con los requisitos necesarios para tener éxito en su misión. En consecuencia, el primer emperador chino unificó China, pero no por sus propios méritos sino por la flaqueza de sus enemigos.
Actualmente, la figura de Qin Shihuang sigue siendo un problema pero también una solución. Un problema porque un emperador, cualquier emperador, no encaja con la ideología comunista. Una solución, porque, los actuales gobernantes chinos, al igual que hicieron los Han en su momento, han utilizado al primer emperador para su propio beneficio, como se muestra precisamente en la película mencionada, Hero, cuyo final está claramente dictado por los interesantes del Partido Comunista.
En efecto, el director, Zhang Yimou, va un poco más lejos que los historiadores Han y nos muestra a un asesino que tiene a su merced al rey de Qin, pero que decide no matarlo porque comprende que, aunque va a ser un emperador sanguinario, también gracias a él China será unificada y se convertirá en el mayor imperio del mundo.
No se debe pensar que son casuales las semejanzas que la película deja entrever entre el primer emperador y Mao Zedong, en las que quizá el lector también haya pensado. Mao es para el partido comunista una figura equivalente al primer emperador. No sólo reunificó China de nuevo, sino que es el legitimador del poder del que goza el Partido Comunista chino en la actualidad. El problema es que la China de hoy no debe su éxito al Gran Timonel sino al Pequeño Timonel, Deng Xiaoping, que inició las reformas económicas tras la muerte de Mao, sacando de la pobreza a 300 millones de chinos y poniendo las bases que ha permitido a China situarse como segunda potencia mundial. Aunque el partido comunista ha comenzado a reconocer algunos de los crímenes y desastres causados por Mao, comparables a los del primer emperador, como la hambruna provocada por “El gran salto adelante” y los crímenes y la destrucción cultural de la mal llamada “Revolución Cultural China”, no puede prescindir de la figura de Mao. En efecto, Mao Zedong es la única fuente de legitimación del poder que ejerce el Partido Comunista en China.
La bonanza económica y las continuas reformas están poco a poco ayudando al Partido Comunista a conseguir una nueva legitimidad pero, por si acaso, todavía no se han atrevido a descolgar la fotografía gigante de Mao Zedong que preside la Plaza de Tiannament.
Muy buena reflexión. Lo cierto es que desde el inicio de la etapa de Deng Xiaoping, cada vez es mas evidente para el Partido la necesidad de apoyarse en al tradición, no solo la comunista, sino en la anterior.La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos dejó muy clara la imagen de país que quieren dar al mundo, y a sí mismos. Habrá que ver, en estos tiempos de descontento, si logran seguir justificándose.